Inmunidad Innata, Inmunidad adquirida e Inmunidad vacunal
No hay ninguna evidencia de que la inmunidad adquirida por vacunas sea superior a la adquirida por infección natural, y hay bastante evidencia en sentido contrario, muy a pesar del deseo de nuestras autoridades políticas y sanitaria y de las grandes corporaciones farmacéuticas (Big PharMa). Todo el discurso oficial ha ido en la linea de ignorar y despreciar la contribución de la inmunidad natural innata a la protección frente al SARS-COV- 2.https://brownstone.org/articles/the-politicization-of-immunology/https://www.bmj.com/content/374/bmj.n2101https://www.statnews.com/2021/10/19/politics-is-derailing-a-crucial-debate-over-the-immunity-you-get-from-recovering-from-covid-19/. Esto ha sido así a pesar del hecho de que la Covid-19, siendo producida por un virus nuevo, no se mostraba especialmente virulenta para mas del 90-95% de la población. Esto por sí sólo, debería haber hecho reflexionar sobre el papel que la inmunidad natural innata tiene en la protección frente a este virus y, por lo tanto, en la necesidad de preservarla y fortalecerla (evitando por ejemplo crear un estado de estrés crónico en la población ,o promover su la vida en espacios interiores que, entre otros efectos, disminuye la vitamina D y deteriora la salud general). Leer mas...
Esta devaluación interesada del carácter decisivo de la inmunidad natural innata, de la que la inmunidad adquirida es un complemento -y no al contrario-, sirvió y sirve para crear una sensación de desvalimiento en la ciudadanía. A esto se añade la difusión de la idea -también falsa-, de que hasta que no tuviéramos una solución técnico-médica (ya fuera vacunas, principalmente, o fármacos en algún sentido más genera) TODOS, sin distinción, estaríamos en peligro mortal. En el fondo era mantener el discurso medicalizante que permea toda nuestra cultura. El discurso de que la Salud depende de la medicina y la tecnología. Cuestionar esta idea absurda no significa en ningún modo negar que los fármacos, en determinadas situaciones, son útiles para afrontar problemas de salud, ni que la vacunas tengan un posible papel en minimizar las consecuencias de la Pandemia que afrontamos.
Este desprecio de la inmunidad innata se extiende a la subvaloración de la inmunidad adquirida por la infección natural: sin fármacos no hay inmunidad sólida y duradera, ese es el presupuesto implícito y otra de las líneas de argumentación de los defensores de la vacunación universal. Ha sido una idea de partida, un preconcepto, y no el resultado de los estudios y datos de la evolución real de la Pandemia. Se ha buscado en todo momento evidencias para afirmar esa idea previa, con una selección interesada de los artículos y estudios y haciendo lecturas interesadas de sus resultados y aportaciones. Si eran considerandos favorables a la tesis previa de la superioridad de la vacunas, se adoptaban como respaldo INDISCUTIBLE de la justificación y necesidad inaplazable de la vacunación universal, mientras se desdeñaban otros estudios que no se mostraban tan favorables a esa tesis. Desde el momento que se tomó la decisión de que la vacuna sería la única salida (no una medida más a evaluar, sino el instrumento crucial) se tomó la decisión de desvalorizar la protección de la inmunidad natural, antes incluso de que las vacunas completaran sus estudios de efectividad y seguridad iniciales. Unos estudios, por lo demás, llenos de deficiencias e insuficiencias, como veremos en otro lugar. Constituía un argumento esencial para defender las vacunas desde el momento en que la vacunación masiva se había convertido en un objetivo político, no de salud. Para ello se trataba de convencer a la población de aceptar la administración de la vacuna a cualquier precio, incluso recurriendo a la coerción y la información engañosa. Una información engañosa que a su vez requería acallar las voces discrepantes con una censura implacable.
Se afirmaba que la protección de la infección natural no era del 100%, que era de duración breve y que no iba a resistir a las nuevas variantes. Especialmente, y dada su cantidad, si la infección había sido asintomática o con síntomas leves. Es verdad que la protección no es del 100% pero es que en biología y medicina el 100% prácticamente no existe nunca. Pero todos los estudios han ido confirmando que la protección es amplia y robusta, duradera y que protege frente a las variantes que han aparecido con una efectividad notable (es decir: hace la enfermedad grave extremadamente rara). La protección de la infección natural se sitúa muy por encima de la que proporcionan las vacunas que se han administrado hasta este momento en prácticamente todos los casos.https://brownstone.org/articles/79-research-studies-affirm-naturally-acquired-immunity-to-covid-19-documented-linked-and-quoted/.
La efectividad protectora de la inmunidad natural frente a nueva re-infección, sobre todo con síntomas graves, tiene una gran trascendencia porque ya a finales del 2020 la prevalencia estimada de anticuerpos frente al SARS-COV 2 llegaba a ser del 30% en algunos países occidentales y en el verano del 2021 llegaba al 75% en la india y algunos países de latinoamericahttps://serotracker.com/en/Explore.
Pero había un interés especial en denigrar la inmunidad natural y evitar que los antecedentes de infección natural e incluso la presencia o no de anticuerpos frente a SARS-COV 2, no se recomendaba que fuera un elemento que influyera en la decisión de una persona de vacunarse. La razón para “forzar” la vacunación de aquellos con antecedentes de infección natural solo podía ser evitar la comparación, es decir la protección de la vacuna frente a la que confiere la infección natural. Porque intuían que podía ser una comparación muy desfavorable para aquella. De esa forma, además, si había muchas personas que habiéndose recuperado de la infección natural se vacunaban, la efectividad de las vacunas se iba a beneficiar del peso de una protección con la que poco tenían que ver.
Ya cuando no solamente habían transcurrido unos pocos meses del inicio de la vacunación se sabia que aquellos que habían sido infectados previamente se re-infectaban con extrema rareza. Un estudio en Ohio concluía quienes se han recuperado de la Covid-19 tenían pocas posibilidades de beneficiarse de las vacunas https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.06.01.21258176v3.full.pdf. Sin embargo de forma sorprendente cuando este artículo se publicó. al cabo de varios meses, como articulo revisado por pares, los datos se seguian siendo los mismos: aquellos que tenían antecedentes de Covid-19 presentaban un incidencia de reinfección muy baja sin diferencia entre aquellos vacunados y no que no lo habían hecho, Pero sus conclusiones finales sorprenden porque eliminan cualquier referencia a la inutilidad de la vacunación entre los que han sufrido el Covid a pesar de que sus resultados apuntan en esa dirección https://academic.oup.com/cid/advance-article/doi/10.1093/cid/ciac022/6507165. Mas recientemente un estudio Israelí de calidad encontraba que ya inmediatamente después de la enfermedad la probabilidad de infectarse de forma sintomática era 7,9 veces mayor en los vacunados que en los infectados previamente, una cifra que se convertía en 27,2 a los tres meses de la vacunación https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2021.08.24.21262415v1.
El hecho de que la fortaleza y duración de la inmunidad natural adquirida estuviera comprobado desde los primeros meses de la Pandemia, sirve para demostrar la deshonestidad e hipocresía (los datos los conocían con seguridad) de los responsables de las principales instituciones sanitarias gubernamentales. La Directora de CDC por ejemplo escribió en Lancet que no había evidencia de que la inmunidad natural fuera duradera https://www.thelancet.com/journals/lancet/article/PIIS0140-6736(20)32153-X/fulltext . Lo dijo en octubre de 2020, cuando ya estaba claro que la efectividad de las vacunas se evaporaba en semanas. Unas afirmaciones que deben ser entendidas dentro de la cultura de deshonestidad que prevalece entre las representantes gubernamentales y las autoridades oficiales en la que todo lo que favorece a la propia agenda política es respaldado a pesar de que que no se apoye en ninguna evidencia o fundamento racional. La propia OMS cambió la definición de inmunidad de rebaño para limitarla a aquella que se adquiere mediante vacunas, en un alarde de falseamiento científico y cinismo sin precedentes https://flipboard.com/topic/herdimmunity/the-world-health-organization-oversold-the-vaccine-and-deprecated-natural-immuni/a-ZNyzFJieSUWNgLP89a1cYg%3Aa%3A90393-586d86e8bb%2Fbrownstone.org. Las mentiras, las deformaciones, inexactitudes y manipulaciones forman parte del quehacer del político en el modelo social en el que vivimos, como forma parte la censura y desvalorización de las opiniones y posturas que no se sitúan en la línea oficial y la cuestionan, aunque se reduzca a algo tan básico como la reclamación del respeto de un verdadero consentimiento informado.
Toda esta defensa cerrada e interesada de las vacunas y de la falta de relevancia práctica de la inmunidad adquirida natural carecían absolutamente de justificación científica, porque no era esperable que el SARS-COV 2 se comportara de forma diferente que otros virus respiratorios en los que la persistencia de anticuerpos es prolongada https://www.jeremyrhammond.com/2021/09/02/the-superiority-of-natural-immunity-to-sars-cov-2-.
Otra de los argumentos de los defensores de la vacunación universal han propagado es que la vacuna ofrece una mayor protección frente a nuevas variantes. Es una aseveración sin fundamento alguno y a priori poco creíble. Las vacunas, como hemos dicho, producen anticuerpos contra la glicoproteina Spike que es donde se concentra la evolución natural adaptativa del virus y en la que se acumulan las mutaciones en las variante que se difunden masivamente. Las vacunas actuales más utilizadas (RNA m y vector Adenoviral) solamente crean una respuesta inmunitaria mediatizada por los anticuerpos frente a la proteína Spike y las células T y Helper que reconocen a las células infectadas por medio también de esa proteína. Esta segunda vía inmunitaria es posiblemente la que esta sosteniendo la efectividad parcial frente a nuevas variantes, especialmente la Omicrom. Esta vía celular parece persistir más tiempo que los anticuerpos que declinan en pocas semanas, pero también parece perder efectividad con el paso del tiempohttps://www.biorxiv.org/content/10.1101/2021.05.12.443888v2.
Por ultimo, otras de las argumentaciones a las que se ha recurrido para justificar la vacunación universal incluyendo la de aquellos que ha padecido previamente la enfermedad es que la inmunidad generada por ésta depende de la severidad de la infección, cuando todos los indicios apuntan a que la respuesta inmunitaria es robusta incluso en los casos con clínica leve. Es cierto que en caso de infección leve y incluso sin síntomas los niveles plasmáticos de anticuerpos pueden ser menos elevados que en otras infecciones. Pero la concentración de anticuerpos no es un buen predictor de la fortaleza de la inmunidad, sobre todo a largo plazohttps://www.thelancet.com/journals/ebiom/article/PIIS2352-3964(2100203-6/fulltext.
Las posibles ventajas de la inmunidad natural no acaban con el mayor repertorio de la respuesta inmunológica que incorpora otras dianas inmunitarias dirigidas a otras proteínas de la superficie y capside viral. También la infección natural supone la adquisición potencial de una inmunidad especifica en mucosas que constituyen las vías de entrada del virus https://en.wikipedia.org/wiki/Mucosal_immunology.. Una inmunidad que se basa en inmunoglobulina A, que la vacuna solo produce en pequeñas cantidades https://pubmed-ncbi-nlm-nih-gov.proxy.medlib.uits.iu.edu/34665783/. También en la persistencia de células memorias en los tejidos habitualmente invadidos por el virus, como el pulmón https://www.science.org/doi/10.1126/sciimmunol.abl9105 o las estructuras linfáticas próximos a estos https://www.ncbi.nlm.nih.gov/labs/pmc/articles/PMC3754856/, lo que permite una respuesta más rápida ante una nueva infección. A esto tenemos que añadir que después de la infección componentes y elementos antigénicos del virus son capturados y conservados dentro de células de los tejidos https://www.nature.com/articles/s41586-021-03207-w. mientras que la proteína Spike inducida por la vacuna no tiene esa propiedadhttps://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/vaccines/different-vaccines/mrna.html. Finalmente, la propia replicación viral produce muchas partículas capaces también de generar respuesta inmunitaria https://papers.ssrn.com/sol3/papers.cfm?abstract_id=3838993.++